El 15 de abril de 1957, el país perdió a una de sus figuras más queridas. Su voz, su carisma y su legado siguen vivos en la memoria colectiva.
El 15 de abril de 1957, México despertó con una noticia que marcó para siempre la historia del país: Pedro Infante, ícono del cine nacional y símbolo de toda una generación, perdió la vida en un accidente aéreo en Mérida, Yucatán.
El actor y cantante, de apenas 39 años, viajaba como copiloto en un avión de carga que se desplomó poco después de despegar. La tragedia conmocionó a millones de personas que lo consideraban más que una estrella: lo veían como parte de sus familias, como el rostro y la voz del pueblo mexicano.
Pedro Infante dejó una huella imborrable en el cine y la música. Protagonizó más de 60 películas —entre ellas Nosotros los pobres, Pepe el Toro y Tizoc, por la cual ganó el Oso de Plata en Berlín—, y grabó cerca de 350 canciones que aún se escuchan en hogares, plazas y celebraciones por todo el país.
Cada año, miles de personas se reúnen en su tumba en el Panteón Jardín de la Ciudad de México o en la casa museo en Mérida para recordarlo con serenatas, flores y lágrimas. Porque Pedro Infante no solo fue una estrella: fue el ídolo del pueblo, y su legado sigue más vivo que nunca.